IV. Paraíso
Un
reflejo alcalino llega del fondo.
La
cruda verdad de tu sangre consumida.
Un
sorbo es suficiente para satisfacer.
Las
puertas oníricas abren tu visita.
La
talla de la raíz, la talla del vicio.
No
hay paraíso que no sea un desquicio.
De
un quicio has de sacar mi furia.
Atrápame
en el augurio de tu ida.
Cristales
cristalizados en tus espinas.
Las
hemorragias imprecisas de tus arterias.
Tu
rocosa actitud plasma tu destino.
Las
piedras del peligro cierran tu camino.
¡Sluuuuuuuuuup!
Has
tomado la semilla de mi destilación.
Ácido:
mi fuente débil de tu impotencia;
Inútil:
la escapatoria de mi propia ingesta.
Fetichista
de un peligro de la pepa a la vista.
Olvídame,
ignórame, quémame y destrózame.
La
falsa satisfacción de una ilusa distracción,
Pero
la putridez de ti se vuelve mi consomé.
¡Crac,
crac, crac!
Vivimos
destrozando una realidad,
Para
construir nuestra propia verdad.
Consumimos
en melancolía,
Para
encontrar una alegría.
Deseamos
más de una apatía,
Para
reírnos de nuestra ironía.
La
reserva de vitalidad escasea.
El
motivo de una lucha cesa.
La
espuma de tu boca nos asimila.
La
acidez de tu cuerpo nos identifica.
Del
suelo cae un costal de rocas.
Una
probeta llena de etanol.
Las
últimas sorbidas explícitas.
Me
dejan exhausto de tu control.
Ya
no existo, ya no te utilizo,
Dejamos
un mundo lleno de testigos.
La
idolatría de mis líquidos consumidos.
Ninguna
utopía,
Ninguna
fantasía.
Solamente
un paraíso de pura penuria.
Comentarios
Publicar un comentario