V. Inherente

 


Inherente

Escondidos en un arbitraje sempiterno,

Encontrando una salida en un musgo extendido.

Un escape imposible, latente de lo mórbido;

En el centro de una sinapsis de lo eterno.

 

No nacimos para ser libres de lo interno;

Vivimos bajo un miedo sin distinción,

Un distintivo que nosotros no elegimos,

Un motivo del cual nosotros morimos.

Ser selectivo para ti se vuelve trivial.

Sin elección persigues a quien consideras rival.

Vives buscando como divertirte de mi dolor.

 

El mar entre miradas se profundiza sin albor.

Un nido arácnido renace entre las dendritas;

Una altura infinita entre el horizonte perdido;

Las miradas de una fiera invisible mordaz. 

Con gran espacio en las habitaciones neuronales.

 

No pienso más, no existo más.

¿Alguien puede parar los ecos del chillido mío?

¿Quién fui yo para vivir entre miserias patológicas?

Mis ideas extremas piensan intensas;

El alma desdicha aclama pavorosa.

 

Sangre, sudor y lágrimas;

Mocos, ácido y memorias.

Miserias, inclemencias y vivencias.

Pavores, ira y melancolías.

No es una bendición haber sido así.

Fue una crueldad poder seguir estando así.

El tacto de mi mano se retuerce furiosa;

Siente la mirada unísona de nosotros.

Miro la forma asquerosa que me has dado,

Me aborrece la forma de tu amor obsesivo.

 

Despierto vivo una vez más,

Sabiendo que, en lo profundo de mí,

Sigues siendo algo inherente en mí,

Otro día más.


-Ricardo Antonio Mena Madera

Comentarios

Entradas populares