VI. Resucitado
Aquí
me encuentro de nuevo, suspirando.
En
el puente cristalino existencial andando.
Harto
de buscar un motivo idóneo para sucumbir.
Un
Dios enojado de dar gozo a quien no sea para servir.
No
existe, no existe alguna lógica entre la vida misma.
Un
mundo lleno de carencias con vacío carisma.
Realidades
de alto voltaje invaden las venas pulcras de mi cadáver.
El
olor de la derrota humana entre mis cenizas próximas.
Mi
corazón paró de sentir desde el momento de exigir algo.
Paralizado
de por vida sin las respuestas de un todo.
Aceptó
excitado la idea explícita de insistir en ver,
Poder
presenciar el final del trayecto de un alma sin ganas.
Existo
por nadie y muero por mí.
Sobrevivo
sin voluntad, preso de un destino fútil.
¿Quién
es el Dios que me castiga de tal manera?
No
es pecado extinguir una premisa fervorosa.
¿Por
qué un Dios sería el encargado de la maquinaria de los mortales?
No
encuentro una lógica cuerda de sus intenciones con valores.
Las
gotas rojas de clemencia caen en mis mejillas;
Saladas.
Están esperando
la respuesta de una divinidad inexistente.
Rápidas.
Un
vistazo entre mil yardas de experiencias del futuro.
Una
montaña rusa de delirios desgastantes parando lo imposible.
Quién
busca una vida entre las grandes civilizaciones,
Maldito
ignorante enjaulado entre gárgolas doradas.
La
búsqueda de servir para alguien con posibilidades.
Imbécil
conforme entre el hambre del pan y el trabajo.
Buscar
el significado de un todo, todo vivo.
Estúpido
con la curiosidad de una merluza.
En
mis últimos alientos, y ojalá sean los últimos;
Te
deseo que mueras, muérete para vivir.
No
aceptes la realidad de ser la presa para nosotros mismos.
Vive
muriendo de la mierda ideológica.
Muriendo
vive la verdad mitológica.
Migajas
esparcidas en un lago rojizo, en la luna roja.
Las
burbujas del alma impertinente de mi lujuria.
Encontré
el cómo llegar al final del puente.
Ahogado
entre los deseos impuros de mi mente.
Ni
la crueldad de los huesos, ni carne, ni órganos.
Se
comparan a los lúgubres orgasmos;
Lo
potente de una vida bajo tierra.
El
epitafio de mi ocaso:
"Memento
Mori".
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