XXVIV. lambida y agasaje
Extraño habrá sido aquel día donde todo
empezó,
Eras pequeño, casi del mismo tamaño que
cualquier muñeco,
A comparación, tú tenías vida, aún nacido,
pero era lo suficiente.
Luego de llorar meses por abandonar a mi
compañera del alma,
Tu compañía pensaba dejaría un curita en esta
cicatriz de su adiós,
Pero por más que quisiera, las marcas de esa
pérdida eran mortales.
Muchos días de perros, la vez que perdí a mi
compañero por enfermedades.
Tu pasado era tan tormentoso,
Los dueños que te odiaban en silencio;
En esos ataques de ira tan inoportunos
Quisieron dejarte sin la energía de esos
ojos,
Y tu respiración llevarse si fueran inhumanos.
Fue ahí cuando quise darte mi mejor lado,
Y darte a ti la razón para ser amado.
Primer día, viéndote andar errante sin algún
destino;
Eras curioso, todavía lo sigues siendo,
Valentía por conocer lo que este mundo te
rodeaba,
Buscando quizás en algún lugar poder
congeniar,
Yo aún no te amaba, y me arrepiento de no
estar;
Ignorante como tú aun teniendo varios años de
diferencia.
Segundo día, acercándote a mi habitación,
Los latidos de tu corazón sentían de tu
pequeña palpitación,
Tenías miedo, no sabías lo que aguardaba en
estos lares de la casa,
Ahí estaba yo, esperando tu llegada, con
pasos pequeños.
Llegaste, y lo primero que hiciste fue
morderme el calcetín.
Todavía ferviente esa historia de conocernos,
aun teniéndolo en mi maletín.
Chistoso al principio, cuando lo hacías de
más resulta momentos molestosos.
La sensación de tus pequeños dientes en mi
piel, tan carnoso,
Me dolía, esa presión de adrenalina por no
saber qué hacer,
No quería lastimarte, así que preferí sacarte furioso.
Tercer día, volviéndose todo este lío una
constante;
De tantas mordidas tuyas, ahora mi piel estaba
expuesta,
Dejarla desnuda y sentir el aire frío de una perdida era un
frenesí,
Así que dejé de aquí hacerlo tu patio de
juegos para tu sinfín.
Las veces que te sacaba de la profundidad de la cama,
Sacarte del otro lado del closet aun si tú no
estabas queriendo hacerlo,
Jugar a las escondidas con los humos saliendo
de mi cabeza por aceptarlo.
Hubo un punto de quiebre de tantas molestias,
Este choque de personalidades causaba
angustias,
Y ya no sabía qué hacer más por ti sin yo
aceptarlas.
De tanto pensarlo, los días siguientes serían
de dramas.
Cuarto día, aguantándote de aquí molestarme,
Ahora sé que solo querías jugar, de eso me
doy cuenta,
Pero en momentos de angustia todo se vuelve
una molestia.
La sangre en la cara llegando en un rojo nunca visto,
Presión arterial subiendo a la mar de mi circulación
De visualizarte de como acabarás disfrutando conmigo.
Así que, derramando la sangre en el plato,
Te odiaba como si fueras otro peso.
Anocheciendo, yo acostado entre sábanas,
Tú viéndome, acechándome con vista nocturna,
Acosándome como si fuera alguien importarte,
Muchas noches pesadas habían pasado
Y esta no sería la última de ellas,
Te quería fuera de aquí, fuera de mi
presencia,
Fuera de este cuarto que tú habías dejado tu
esencia.
Ya era decisivo, te quería fuera de mi
vivencia
A tenerte aquí como si fueras una
permanencia.
La luz me cegaba de un nuevo día más estaba
llegando,
Abriendo lentamente mis ojos, para darme
cuenta:
Te acostaste abajo mío, en el frío suelo.
Respirabas suavemente, tu nariz serena,
Esa mirada tierna que nunca había visto,
Soñando, tus aullidos soltabas,
Tus patas moviéndose exaltadas.
Fue ahí cuando me percaté
Que estaba sonrojado de tu cliché:
Eras el perro más lindo del mundo,
Y yo, el peor dueño de este mundo.
Despertaste, y solo te dirigías a mí,
Aun con sueño, te acercabas más,
Y sin más, me diste de las mejoras lambidas,
No sabía qué hacer por tal acción…
Y me reí de tanta emoción.
Ahora con mis mejores fondos rosados en mi
pupila
Te veo con tanto cariño como a nadie había
hecho,
Mientras te esponjabas en mis piernas
Tu pelo me llegaba en mi boca, en hordas.
Pero por más efusivo era todo,
Ahora tenías mi amor en tu lomo.
Del mismo tamaño que Napoleón,
Pero nunca aguerrido como su peón.
Una pequeña altura, pero con razón,
Ni en mucha investigación te parecías a él,
¿En qué mundo tu suavidad sería igual de
aquel?
No eres parecido a quien soy, pero tienes más
corazón que yo,
Huellas de un cambio a todo lo que soy has
dejado aquí,
Ahora que estás en mis piernas, durmiendo,
Es cuando es momento oportuno escribiendo
Una dedicación que me causará sentimiento.
Nunca la leerás, dejemos las obviedades
salir:
Pero quisiera en tu lenguaje mostrarte que
eres
Y como robaste mi corazón con tus mejores agasajes.
En tus lambidas y agasajos,
estarás aquí en las memorias por añares,
Conmigo, por tus dorados pelajes:
Ese pelaje dorado que iluminó mi ceguera
Durante los combates grisáceos a perder.
Comentarios
Publicar un comentario