LIV. Humo de Vela
Todos los cumpleaños en lo que he estado son lo mismo,
De los varios acudido, donde tú estés son más que pésimo.
Cuatro veces este patrón, casi ya un
homenaje;
Milésima vez que todo ocurre de tanto chantaje.
Hago presencia, las puertas se abren con mis
pasos,
Mientras el valle cierra las persianas por el evidente caos
Que proseguirá luego de soplar iracundo lo que vivimos.
Desconocidos que se unen para el mismo
individuo,
Lo que nos conecta es tener el mismo lazo con
alguien
Y el interés por celebrar los años que han ido pasando.
Tenías que venir al mismo recinto, claramente,
El mismo lazo humano que nos une como
enemigos en tregua,
La persona que vio los altos y bajos de esta ruptura.
El tiempo vuela, el vino escasea de tanta
ingesta,
Ebrio, con la mirada indomable a la causa de mi alcoholismo.
Viéndote tomar cerveza a montones como si
fueras inocente,
Ligando al mismo tiempo si fuera tomando
estás,
Los globos estallarán más si te sigo echando
amenazas
De la misma manera que en nuestras ilícitas revueltas.
El cuchillo del pastel pronto hará su
entrada.
Bailes que rellenan la habitación,
La música que cambia de estación;
Aún atrapado entre la multitud
Puedo sentir tu corazón latir en similitud,
Otra chica bebiendo contigo, dándolo todo;
Yo atrayéndote con mis pasos más atrevidos,
La cintura que jurabas tener en tus deseos;
Que ahora asqueas borracho en terrores nocturnos.
La harás tuya en la misma cama donde
mirábamos fotos
Para que me
desenvolvieras como tus mejores regalos.
[…]
El humo de tu cigarro,
Las velas apagadas del pastel.
Te quedas pasmado en el balcón,
Observando el cielo cayendo.
Yo estoy callado dejándote tomar un respiro,
Exhalas lo suficiente para apagarlo todo,
La colilla se apaga, para acto siguiente:
“Estoy harto de que inhales el mismo humo”
No sé qué decirte, me atraganto de lo
turbulento;
Mientras el cielo sigue apagándose,
deshaciéndose.
El calor de la situación me está derritiendo,
En esta fiesta donde todo lo que menos quería
eras tú,
Acabaste tornándolo en el festejo de tus
complejos.
Salgo de este balcón, no dejándote tomar mi
voluntad,
Dejas quemarte por el fuego de la pólvora,
Yo por la abrazadora sensación de la cera.
Alcohólico me estoy quedando,
Mi camisa roja de tantos delirio,
Las manchas de lo poco humano que has sido,
La sangre que se resbala en tus quemaduras,
Abstengo a querer carbonizarte en cerraduras.
No te engulliría ni siquiera como manera de piedad.
De las tantas veces que esto se ha vuelto
común,
Presiento como el merengue manchará tus lomos
El sabor delicioso de esta venganza al
acecho,
Y como cereza al pastel te dejaría deshecho.
El perfecto regalo para un ninfómano cruel,
La fiesta acabará si yo no termino en cárcel.
Hablando con otros, estamos en extremos,
No fui extremo contigo para atacarlos;
Pero sí lo suficiente para maldecirlos.
Este recelo obsesivo que tengo conmigo,
Que me extingue de lo hermoso contigo.
La primera fiesta que asistimos, la tuya;
Andando en las afueras de la ciudad,
Comiendo la entrada principal;
Mi amor fue el presente que te di,
Sabiendo el pasado de la oscuridad.
No me hiciste tuyo, y eso estaba bien,
Pero sabía que no estabas seguro aquí:
Soplaste las velas de amarres del ritual.
La luz se va; todos en oscuras;
Ni por tantas velas que compraron
Serán las necesarias para mi acto en manos.
Esos grumos de comida en tus brazos;
La cerveza que se escurre de los vasos.
Potente chispa que nace de mis paladares.
Saboreando las veces que me decías estar en
mis lares,
Devorando las finitas veces que resultaste
ser mi amante.
No lo eras, pero me incitabas a serlo con tu
carisma.
Pleitesía con la que te castigaste por tu mal
comportamiento.
Dirigimos ahora esta celebración en imbéciles sin remordimiento,
Luchando para quien será el primero de
abrirnos,
Explotando los globos de uno a uno en apuros.
[…]
La fiesta ha terminado,
Yo con el ojo morado;
Tu cuerpo todo moreteado.
En el rincón de los mal comportados,
Me esnifo un cigarro mirando las nubes,
Admirando la grandeza de estos valles.
Te recubro grisáceo para tirarte todo en
cara,
Ningún desperdicio, hecho al pie de letra.
Los gemidos del dolor por el quemar,
Ahora que mi regalo te ha llegado, aunque sea
tarde,
Prefiero atormentarte de este éxito por
festejar:
Enseñarte lo que alguna vez fueron las velas
de este luto.
Escurridizos atrevimientos que tuvimos;
La última fiesta donde nos dimos por muertos.
Las velas de este pastel que nunca te comiste,
Ahora se han derretido de que tú nunca insististe.
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