LXV. Último Recuerdo

Último Recuerdo


La noche húmeda en donde rememoro mis estadías,

La frialdad que me encubre recordando las lágrimas

Tiradas en el piso, creciendo una flor de penas.

Lo que la lluvia se llevó, lo que el mar aclamó;

Nunca fuiste de mi propiedad para añorarte,

Aunque intentara cada día más quererte

Con tus defectos para no entrar en descontrol.

 

Han pasado lustros, estrellas se han extinguido

Tus llamadas se volvieron escasas,

Casi siempre sin razón para atenderlas.

Supe de una vez por todas

Lo que me arrebataste mientras me tocabas:

Me robaste piedad, te llevaste mis palabras.

 

Luego de tanto pensarlo, de tanto detestarlo,

He caído en la oportunidad de olvidarlo,

Y eso haré esta noche de tantas lluvias,

Haciendo de tus astillas humo de cartas.

Es difícil y eso tú lo sabes mejor que yo,

Pero la forma de continuar es cavarte en un hoyo

Atrapándote con los florares que me regalabas por orgullo.

 

Mirando el balcón, casi viviendo la misma situación,

Yo ahí, tu foto en el oscuro rincón;

En este segundo piso, donde me cegué de lo obvio a lenguas,

Las ascuas de tu pasión venciendo tus razones para quererme en citas.

Sobresalté lo real, dejándote con la idea de las películas me han dicho,

Fingiendo que en el siguiente acto me darías el mejor beso de este siglo.

Solo sonrío, porque hace tanto no recordaba lo vendado que estaba,

Viéndote como el hombre fuerte y varonil de mis novelas,

Me río, solo eras un hombre encerrado y atrapado en tus mentales celdas.

 

En esta noche donde la lluvia abunda,

Ninguna lágrima se hace de la suya;

Eres el recuerdo de un mal pasado,

Pero te convertirás en un abrumante conocido.

 

Tiro tu foto, extiendo mi brazo con fuerza y potencia;

Dejo toda la furia de aquellos tiempos salir de su sentencia,

Lo que tanto callé, mientras estabas conmigo en brazos;

Luego de cogerte de manos a otra en tu habitación en oscuras.

Miro, y observo como la lluvia la lleva hacía el horizonte,

Así podrá conocer las calles donde visitábamos, de estar ebrios;

Y eso es fascinante, porque esta gran urbe es solo para locos.

 

Me quedo observando, atestado de ver la cosa cambiando,

El tiempo que pasó, todos hemos sido convertidos en nuevos,

Así siempre he creído que todos tenemos razones para hacerlo,

Quisiera llevarme en optimismo para decir que tu ya lo has logrado,

Luego de tanto, quizás seas el ojo del huracán que llevabas estancado.

 

Donde sea que estés, no te deseo el mal ni en varios párrafos;

Espero hayas cambiado hasta hacerte por fin alguien sin estragos,

Mientras consigues a alguien que llene ese vacío que tango odiabas,

Esa luz de día luego de una lluvia de imperdonables quemaduras.

Tampoco te mentiré diciendo que fui un inocente puro;

Haberte amarrado obligado a estar conmigo en toda hora;

Y soñar despierto cuando llegaría el momento de estar en convenio;

Pero nunca me arrepentiré de cobrarte con venganza tu amorío.

 

Cerrando la puerta, deshaciéndome de todo lo que me acongojaba,

Prendiendo mi luz en el cuarto oscuro de tanto guardar,

Recostándome, exhalando el confeti de aquella fiesta;

Sintiendo la calidez de la respiración de mi nuevo par,

Sé que ahora soy feliz, pero lo era igual contigo;

Tú lo eras efímeramente, y eso bastaba como castigo.

Ahora soy feliz, y solo soy feliz,

Espero tú lo seas, conservando mi recuerdo como aprendiz.

Este último recuerdo que deshago

Esperando no sigas ahogado.

 

De ti,

La primera vez que me enamoré;

De mí,

La última vez que te recordaré.


-Ricardo Antonio Mena Madera




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