LXIV. Tú y Yo
Tú y Yo
No hay ninguna forma de recordar cuan doloroso fue el día del desastre.
Ver el frío de tus diminutas manos ir en bajada, el grado cero,
No estoy seguro de poder visualizarlo nuevamente, es el peor arrastre,
Mientras tu vida se envolvía en el umbral del sonido, cayendo en vacío
Tenía la esperanza de reencontrarme contigo luego, quizás en otro lugar.
Veneraba acercarme y sentir tus rulos encajar en mis dedales a la perfección
En mis huellas dactilares como si fueran el trozo faltante destinado a estar en unión.
Bailando con los vinilos tan antiguos como la primera cita en un sitio que nunca olvidaré,
Culparé mi vejez, quizás pronto mi demencia, consumir cualquier cosa que me haga amarte,
Pero combatiré esta maleza para no dejar escapar lo mágico de vernos en ese restaurante,
Pidiendo cualquier cosa, con tal de tener más tiempo para contemplarte.
Me enamoré por siempre, y fue lo peor porque nada dura para siempre.
Y cuando te hice feliz mientras podía, me costaba decir que habría un cierre
A la historia universal que creamos en tan solo vivir la fantasía sin la muerte.
Las plantas que regábamos, el vestigio que dejamos construir por legados,
La idea de dejar algo nuestro, la marca irrefutable de que existimos.
Me apena decir que el sol se cerró desde tu partida,
Nunca regresó porque hacía falta la traslación que eras en mi vida.
Marchitas y muertas, se han ido para acompañarte arriba,
Las envidio imaginándolas junto a ti con masiva maravilla.
Desearía ser un helecho para cortar de raíz lo que me queda y estar con ella.
Para así florecer en las nubes donde ahora te acuestas y vives sin pena.
Diría que has llorado demasiado sin mí a tu lado más,
Porque el diluvio que cayó hoy nunca lo había visto jamás.
Si estuviera ahí, haría de tus días muy empíricos,
La quimera que creció de muchos llantos poéticos,
¿El autor? El mismo que ponía tu nombre en los escritos míos.
La inicial de mi inicio, la letra de tu nombre en mi pedestal,
Atascados entre flores que había dejado como despedida,
Las mismas con el aura que habría de ti, espiritual.
Divina en ambos mundos, aquí y al otro, en mi corazón innatural.
Hubiéramos sido un para siempre, y terminamos como un hasta pronto.
No quiero concluir con un final triste, eso nunca lo haría solo.
Tengo aún esa esperanza de despertar de este terror nocturno,
Agarrar tu mano como cada noche de infortunio,
En el lapso de la vigilia ronroneándome en el dormitorio.
Y regresar a un mejor sueño como diario.
Eras tú la dopamina faltante de mi glucosa en mi cerebro,
Que ahora diría estoy en una anemia sin algún milagro en deslumbro.
El túnel cada vez se siente más cerca, el fin de la carretera de una sola dirección,
Ni girando el manubrio regresaría atrás, solo queda seguir las señales a mi destino.
¿Te acuerdas de esas noches melosas recorriendo Praga en las vacaciones de 1989?
Riendo, escurriendo las bebidas que compramos añorando las millas del camino.
Mientras mi mirada aún se estancaba a las líneas blancas de la carretera,
Podía incluso sentir tu presencia tan enorme como el relieve
De este viejo mundo que conquistamos nuevamente
Ahora solo cae la blanquecina nieve
Y nada nuevo pasa en este antiguo continente.
Por ti, la eutanasia sería mi pase dorado para verte,
Nunca un misterio tan grande se volvió mi mayor ímpetu fuerte,
Estoy convencido de que te negarías rotundamente,
Pero incluso así, rompería tu palabra solo para otra vez besarte.
Ninguna fotografía de nuestra vieja cámara de viajes
Puede capturar esa sensación que recuerdo de esos instantes.
La sonrisa perfecta embrujando mis pensamientos, enemigo intrusivo;
Aunque diría era un mal necesario, por ti el peor error
Se convertiría en otra razón para apreciarte mejor.
Ya son varías sábanas mojadas de compactarlas en mis peores días,
Son demasiadas los recitales que te diría gritando al cielo aun si quedo afónico
Porque resquebrajaría mi voz teniendo que reverberar en todo el planeta
Lo que alguien con el suficiente dolor sentiría perdiendo alguien que te inspiraba a mejores pinturas
De tus autorretratos que se convertían en anuarios de álbumes empolvados en nuestro ático.
Ahora diría yo, te esperaré lo necesario;
No importa la cantidad de tiempo, yo lo haría.
Al final del túnel, en ese sitio de Prada,
Ese será la luz que veré al verte con tu celestial vibra en tu velada.
No valdría el oro, valdría estar descubriendo juntos el sitio sagrado.
El túnel, el puente que conectará nuevamente nuestro amor dorado.
En este mundo y cualquier otro, siempre tuyo.
En tu mundo, y en el mío, somos tú y yo.
-Ricardo Antonio Mena Madera
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