XLV. cartas

 



cartas


Camino en el pasillo de mi sitio embrujado, desolado, esperando que algo ocurra.

Siempre en oscuras, puedo clarificar el manojo que convierto en palabrería.

En tanto texto que converjo, pero cargado de vacío existencial.

Cuando hablo, nadie es capaz de entenderlo;

Cuando escribo, nadie es capaz de comprenderlo.

Si las palabras no son el problema que me atan,

¿Qué será lo que me hace a mí un charlatán?

¿Un político que se dedica al auto sabotaje ortográfico?

¿Un artista que en su arte cualquiera puede superarlo?


Sin con tinta de mi procedencia soy capaz de describir con decencia;

¿Qué me deparará al depender de otra pluma que no sea la mía?

Mis manos se manchan demasiado, casi atiborrándose como manantiales;

Esas escasas conexiones en sus canales, tan errantes como mis estaciones.

Quiero llorar, y lagrimear hasta clarificar mi cuerpo manchado,

Ducharme de frases, dichos y trabalenguas para mejorar y ser algo que solo un malhablado.

Cuerdas vocales mías, que armonicen mejor que susurros y murmurios.


Tantas formas en las que podría alzarme,

Convertirme en algo más que una máquina de inquietudes,

Muros que sobrepasan mis razones me apartan de esa prosperidad,

En la tumba, con mi prefacio agregado, nadie se apenaría,

Temblaría la tierra con los aplausos más apocalípticos que cualquiera haría.

Rivales celebran la muerte de un peligro insonoro.

La que nunca generaba más que pura prosa;

En un azul que yo mismo me manché, dirían,

Con la pluma en mano de pura incoherencia, admitirían.

Que en paz descanse el cuerpo del cabo invisible, gritarían.


Como no aplaudir la victoria tramposa de un vaquero indiscreto,

Pareciera portar un silenciador que en cualquier disparaba de jugarreta.

Mis oraciones, las balas mortales que hieren a muchos en mi silencio,

En sus inoportunas casualidades fueron a dar con mi tiro al pecho.

Se esfumaron porque es imposible quitármelo tan rápido,

Y cuando ya pude desenfundármelo, se han escapado como dardo.

Donde sea que estén, víctimas mías, lamento mi discapacidad artificial.


A ningún bando le soy suficiente, porque mi boca no es potente.

Las palabras se difunden, pero las mías se pierden en el viento,

Entrecortadas, nociones únicamente quedan de tanto vendaval.

Nadie lo entiende, pero tampoco puedo comprenderlo,

Porque quisiera gritar, quisiera expresar;

Quiero jodidamente decir lo que sea sin tener que apenarme,

“¡En qué maldito mundo no estaría mejor!”

Pero solo quedan en amagos porque jamás de mí saldrán.

Pulmones tan impíos que rezan a yo por fin hacerles justicia.

Por más que intente, terminarán en reflujos de inconsistencias.

Tan ásperas como una promesa,

Tan ilusorias como un compromiso.


Y escribo cartas como un consuelo de pocas maneras;

Mi único amor en la vida, que reflejan y me hacen como si fuera suyas.

Les pertenezco, porque en los que pertenecí me doblaron en piezas.

Con la mano en la pluma desearía poder abarcar lo que siento;

Pero en una hoja tan pequeña, nunca da las palabras que quisiera decirte.

Y sé que hablando conseguiría un posible acierto a sincerarme,

Pero cuando esta cuerda invisible me aprieta, nunca puedo nada sacarme.


Cortadas que emiten mi sangre, las que con filo de hoja me han quitado el oxígeno.

Perdí de ahí capacidad de que decir y que poder decidir;

Porque tendré cualquier milagro,

Pero sacar todo adentro solo tendrá un final agrio.

Sin mí, el mundo de la escritura llegaría sus fines;

No por tirarme flores, ni hacerme el que hace obras mejores.

Es porque mi mundo se sostiene de cuantos destinatarios me han adjuntado mis dolores.

Vagando por ahí y por allá, quienes con el privilegio de hablar;

Puede llegar hasta más de lo que yo podría alguna vez soñar.


Llevo la cuenta de arrepentimientos al no poder entablar alguna conversación,

Porque mi vocabulario llegará a ser amplio,

Pero en momentos de lo más insípido, me quedo sin labio.

Así pierden la fe en mí, pierdo lo que muchos sueltan de mí.

Mientras espero postrado boca arriba repetir otra vez para poder cambiar mi acción.

Con el burbujeo de mi esófago vaciarse como si hubiera engestado veneno;

Como si el ácido de cruentos finales me haga pagar carente de piedad en tortura sin freno

En las noches que compadezcan mi maldición, me envuelvo de mi invalidación.


Me cuesta poder ser humano,

De carecer en carácter sano.

Sin que me hayan preguntado,

Me han castigado sin algún juzgado.

Y si habrá algún Dios observando,

Espero se recueste plácido en su trono disfrutando.

No hay peor rosa que salga de un floral,

Que la cual esguince mi cuello a callar sin final.


Esperaba una postal tuya, que leyeras mi testimonio y dijeras:

“Te entiendo, porque igual yo a veces me dejo calumniar de mis ojeras”.

Lo que parecía pocos años que pasaron se convirtieron en décadas,

Y las décadas en puros siglos de tremendas vainas.

Me convertí en vestigios de ronquidos endemoniados de lo que yo interpreté era mi voz,

Y cuando la cuerda ya no me podía ahogar más;

Llegaste tú para hacer ver que el límite llegaría hasta el país de las maravillas.

Me ejecutaste en carne propia,

Cara a cara, éramos exactamente iguales;

Pero... abusaste de que tú tienes lo que yo exasperada me regalasen:

Labia que ni Asmodeus de tantas inclinaciones tempestuosas llegaban a ser infernales.

Me quemaste en carne propia,

Lado a lado, ya solo éramos hematomas residuales.


Fui una carta sin destinatario,

El juguete de cualquiera para su diversión, sin buen samaritano.

Cuando me ahogué, fue cuando realmente pude respirar.

Nadie estaba ahí porque nadie fue algo para mí.

Y cuando caí en cuenta, del precipicio fui a dar.

En la respuesta divina a los juegos del adorar

Que encarnaron en lo que yo soy ahora.

Mientras escribo esta carta, esperando algún día la leas,

Estaré saboreando tu último respiro en la tumba cuando fallezcas.


Sí... así es, tú:

La falta de comunicación, tú...

Tengo miedo de ti, porque me usaste como carne de cañón.

Que por ti viviré así, que por ti me sostendré de seguir así.

Ahora que soy adulto, me pregunto si vivirás aún conmigo;

Aun con mis pulmones desolados, aun con mi boca sellada.

Contigo adentro mío, las cartas solo serán mi libertad callada.


“Querida Falta de Comunicación: maldigo que me seas injustamente infectada.”


-Ricardo Antonio Mena Madera





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