LXXIV. ¡Lámelo, Nena!
¡Lámelo, Nena!
Somos niños, y a veces somos diminutos desquicios.
Te conocí y coincidimos en una fiesta de pura alta droga,
Mientras me camuflaba en la gran niebla de esta sala,
Pude observar tu pecaminoso cuerpo, tan jugoso.
Somos jóvenes, y a veces somos muy juguetones,
Así que, el intento por acecharte y conquistarte florecía como horrores.
Hasta qué...
Espera...
¿Quién ese maricón de quien tanto te abalanzas casi a besuquearlo?
Es...
No puede ser...
¡¿EL MALDITO REX?!
Si algo me revolvía las entrañas pensando
Alguna vez regresar a sus andadas
Era el quien de mí se apropió mi maldito exnovio.
Y si pudiera en este preciso instante,
Lo mando en lápida en un golpe de efímero instante.
Su elegancia en su pleitesía es condescendencia estrafalaria,
Los típicos juegos de palabras que me restregaba extensa parla
Tan intelectual, pero quien era mi enemigo mortal.
Y en una fiesta tan animada como esta,
Tendrá mi nombre como epitafio en su cabeza.
Si una serpiente me inyecta su veneno,
Quien moriría sería este y yo no.
En el dote de mi generación tengo esto llamado tóxico
Que saco y a todos podría mandar directo al ático.
Si me temían por perra imparable, lo harán ahora por lagarta abominable.
En el teflón por la presión mi vapor expulsar,
Me voy a sincerar, y tú a mí no me podrás callar:
Me abriré para ni en mi existencia volver a abrirme una oportunidad con él.
Y si tengo que usar mis maniobras por arder a ese debilucho el que tanto ojeas,
Date por servido la cena, el almuerzo y el desayuno con mis grandes osadías.
Sí solo lo tolerabas, te tocará tolerar tu dolor.
En el gran hombre de Vitruvio de tu propia creencia
Se desmoronará la escultura masculina obsesiva de tu idea.
Eres grande, pero lo suficientemente pequeño para atravesar
Lo manso de tu piel y tu corazón agarrar y triturar.
En tu masculinidad frágil, que se cae como hoja al aire ágil.
Tanta testosterona, pero poca acción de tus hormonas.
En la vigorexia apócrifa que justificas por dominación,
La que utilizaré para nutrir mi manipulación.
Con la engatusada sutil de mis medidas tan naturales
Ahora este en un palpito ya ha cerrado la puerta de una habitación cualquiera.
Ay, Rex, y decías que tu carne era la mayor calidad de res...
El foco no se compara al yo y él generar electricidad para la semana.
En chispazos que recorren mi pelo, que alborotan su pecho.
Se nota a lenguas lo tan inservible que resultas para su despecho.
Ay, Rex, y tanto prometías ser un lujo más deseado que cualquier hoyo.
En fin, que esta noche la cama proclamará mi victoria.
Uf, que el día se ha asomado y mi cabeza se ha congelado.
Y me despierto reacia a ver lo que será tu perdición a largo plazo.
Sus ronquidos obscenos, ¿de verdad valió la pena darle mi gozo?
En fin, los gays realmente comparten el mismo acto de reposo.
Estúpidamente tan trivial de obviar porque es excesivamente sospechoso.
Abro la puerta, y veo el desorden de un caos que era obvio de esperar.
Y solo apunto a tu mala vibra que me deja insípida como víbora.
Me acerco, ya sabrás el monólogo que se aproxima.
Y mientras observas el vómito,
No me aguanto escupirte la victoria.
“¡LÁMELO, NENA!”
Mientras recaigo al suelo con la peor risa de tus terrores nocturnos.
No me impacta el sol y la jaqueca para seguirme tirada con los condones,
Te los restregué en la cara, pero algo cambia de mi panorama.
No dijiste nada, y en el soplido que solté de mi suspiro fortuito...
Replicas mi caída, tan débil como la crisálida de la mariposa.
Y... sinceramente, me sentí como el vómito regresaba a mi tráquea.
La victoria ya se sentía como una derrota para nada piadosa.
Alguna vez lo que fue mi enemigo, se ha convertido en una migaja de su ego.
Y lo que alguna vez fue odio, decidí convertirlo en algo que no tenía.
Me encuclillo, y tu respiro me traspasa mi dermis sin dificultad.
Y, con mi mano ligera en tu lindo cabello revoloteado...
Te tiro el maldito condón para restregártelo todo
Así es como la venganza no se sirve dulce, solo ese sabor salado.
Quizás encontrarás ese parentesco con el semen de Will.
No me importa, al fin y acabo, el despiadado solo me sirvió por ser infértil.
Me alejo con los pasos resquebrajando pipas que salieron con prisas.
El lindo sabor de la marihuana, el lindo sabor de mi propia gana.
Y no creerás que será la última vez, mi querido Rex.
Nos veremos donde el sol y el mar caerán con Will a mis pies.
Hasta ese día, descansa, y atento a quién será ahora el nuevo ex.
-Ricardo Antonio Mena Madera
Comentarios
Publicar un comentario